Una amiga y colaboradora de Nóis Mémo nos llamó una mañana y dijo que hacía ya mucho tiempo que tenías ganas de transformar unos muebles de su casa. Nos trajo entonces una silla, que podéis ver en la foto arriba, y nos pidió si la podíamos tapizar en cuero, cambiar la tela por piel.
Como ya sabéis, nos encantan los desafíos y más aún si en ellos entra el reciclaje. Partimos así en busca del material y, sobre todo, de la mejor manera de hacerlo, ya que nunca nos habíamos embarcado en un proyecto de este tipo.
Nos costó un poco en dar con el material adecuado, ya que necesitabamos una piel rústica, resistente y a la vez bonita y confortable. Pero como reza el dicho: "El que algo quiere, algo le cuesta". Depués de unos dias buscando, probando, preguntando y principalmente mirando, encontramos una piel llamada Soleta.
Nos costó un poco en dar con el material adecuado, ya que necesitabamos una piel rústica, resistente y a la vez bonita y confortable. Pero como reza el dicho: "El que algo quiere, algo le cuesta". Depués de unos dias buscando, probando, preguntando y principalmente mirando, encontramos una piel llamada Soleta.
Un cuero grueso y robusto, de color crudo y, según nos contaron, material utilizado para este tipo de mueble por su resistencia y durabilidad. Así que ya teníamos la piel pero no el color ideal. ¿Entonces qué y cómo hacerlo? Fue entonces que surgió la voz de la experiencia de un viejo zapatero que con toda su simplicidade nos dijo sin pestanear: "Chicos, tenéis que usar lejía para envejecer la piel".
Sí, con esa cara de espanto nos quedamos nosotros, pero probamos lo que nos dijo y ahí tenéis el resultado del desafío.
Ésta ha sido una historia que nos ha enseñado varias cosas. La más importante y curiosa es que en las cosas más simples están las soluciones mas ingeniosas. Hasta la próxima y que disfrutéis.